sábado, 7 de agosto de 2010

Intemperie.


Mis infinitos brazos desnudos a la intemperie.
La brisa fría y cortante lija mi cuerpo cada noche.
Tierra que alguna vez reflejo los rayos dorados del sol,
ahora es un espejo pálido, amigo del invierno.

A lo alto, cuando oscurece,
la luna se la pasa empolvando su cara ondulada.
Y de día, cuando el sola apenas sale,
unos pocos pájaros azules danzan en mi copa vacía.

A mis pies, hierba empapada por el rocío de la mañana.
Y las flores con las que solía charlar,
ahora yacen en un profundo sueño misterioso.
Me estremezco. La brisa vuelve a acariciarme débilmente.

Me miro nuevamente en el espejo pálido que simula ser Tierra.
Cae una lágrima. Canta un ave.
El sol intenta brillar un poco más.
Pero mis infinitos brazos aún están desnudos a la intemperie.

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