jueves, 30 de septiembre de 2010

El cuento del árbol al revés.


Había una vez, un árbol diferente a todos. Sus pies desnudos miraban al sol, sus brazos se filtraban en la tierra húmeda.
En invierno, la nieve le hacia cosquillas y la tierra lo abrazaba para que no sintiera tanto frío.
En primavera, los granos de polen hacían dibujos en sus tobillos. Este árbol sabía que cuando hojas color cobre danzaban en sus piernas, era porque el otoño había llegado.
Y en los días azul celeste de verano, cada tanto una lluviecita tibia le lavaba los pensamientos.
Si, un árbol diferente, al que la corteza le crecía al revés y teñida de colores psicodélicos. Un árbol único que solo algunos descubrían creciendo, en un bosque de quien sabe donde.
Raíces se llenaban de frutos rojos, para ver si con tales adornos podían simular ser brazos.
Espectacular cuando algunas almas frías lo visitaban para ser acunadas. Y bailaban como tribus indígenas, canciones con tambores y percusión. Danzas.
Me acuerdo la primera vez que escuché hablar de este magnifico ser dado vuelta. Revolví cada centímetro cúbico de tierra en este mundo y también en otros universos. Pero nada.
Todos en algun momento nos encontraremos con el árbol dado vuelta, pero el decide cuando y como.
Su sabiduría multicolor y el agua sanadora que corre en su interior tienen un tinte de magia que no muchos conocen.
Magia. Color. Danzas. Aún no bajé mis brazos. Aún no me rindo.
Buscaré y, les aseguro, que el árbol al revés de cansará de esconderse.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Memorias de un amor no correspondido.


Una motocicleta roja pasa frente a mi.
Una muchacha de cabello largo color café disfruta como el viento la despeina.
Su delicada piel mármol destella con el Sol del mediodía.
¿Amor a primera vista? No lo se.

Y tampoco lo podrá saber ella, o cualquier otro.
Mis ramas no hablan. Mi tronco no susurra. Mis hojas son mudas también.
Veo la silueta de la moto coloreada en la linea que forma la ruta con el cielo.
Mis ojos invisibles la pierden en cuestión de segundos.

Solo en mi memoria de árbol vive la joven de cabello oscuro.
Solo en mi centro aparece ella respirando el aire que ofrece el verano.
¿Pero quién soy yo en ella? No dejé marcas, ni huellas.
Solo soy un simple árbol del que quizás no se percató.

Solo en la noche me sumergo en mis fantasías.
La muchacha de peil destellante me abraza y se une a mi en cuerpo y alma.
Juntos por siempre. Juntos para siempre.
Al despertar cada mañana vernos a los ojos y enlazar ramas delicadamente.

Y quizás, alguna otra tarde, ella pase con su moto roja.
Y quizás, allá arriba, un ser supremo me escuche y me conteste.
Y entonces no sere un arbol más.
Y entonces seremos juntos los dos, un árbol mas.